Además del cuarto centenario de la publicación del Ingenioso Hidalgo de la Mancha, se cumple este año 2005 el centenario de otro hidalgo quijotesco: Ramiro Ledesma Ramos, fundador de las JONS e indiscutible padre ideológico del nacionalsindicalismo.
No es época de exégesis ni la loa épica ni mucho menos la contemplación inerte de un pasado estéril en el presente, pero sí, por justicia, nos merece un momento de serena atención este centenario.
Ramiro Ledesma no fue un agitador, ni un propagandista, ni un teórico. Fue todo eso en una trepidante combinación que desdeñaba tanto el pensamiento yermo como la acción irreflexiva. A Ramiro le debemos la genialidad de ser el primero en definir un movimiento político que aún hoy en día cuenta con centenares de seguidores.
Quizá con gruesos brochazos, que otros perfilarían con pinceles finos y más suavemente, nos presentó la revolución española como la única solución a los problemas de la patria.
Durante los 40 años de dictadura franquista su perfil fue ensombrecido por la glorificación oficial que el régimen perpetró a José Antonio Primo de Rivera, su discípulo, camarada y amigo. Este silenciamiento y la feroz censura que sufrieron sus textos propició la fábula de una pretendida disputa doctrinal entre Ramiro y José Antonio.
Así Ramiro quedó desdibujado como un revolucionario vehemente mientras José Antonio encarnaba un perfil más moderado y derechista. No es verdad. Cuando Ramiro fue expulsado de Falange no se debió a razones ideológicas –que él nunca manifestó mientras estuvo en el seno del partido- sino a posicionamientos tácticos y, sobre todo a una cuestión de disciplina interna.
Tanto es así, que, según un veracísimo testimonio (nos referimos a Manuel Hedilla) a principios de 1936 el propio Ramiro manifestó su deseo de solicitar su reingreso en Falange.
De aquellos barros vinieron los lodos de presentarnos a Ramiro como el prototipo de un inexistente fascismo español (término que él mismo rechazó por considerarlo snob y capitidisminuido desde sus inicios en “La Gaceta Literaria” hasta la publicación de “¿Fascismo en España?”) y de ahí a hacer de Ramiro el reclamo de una corriente nacional-revolucionaria (es decir, neofascista) no se ha tardado mucho en saltar.
Precisamente uno de los riesgos que corre este centenario es la manipulación de Ramiro Ledesma hacia una pendiente pardi-negra que en nada se ajusta a la verdad y que es en esencia continuadora de la adulteración franquista; en la elaboración de ese discurso engañoso encontramos la calculadamente ambigua teoría de la “transversalidad” como caracterización de los ideales de Ramiro para justificar en la actualidad lo que constituye un ejercicio de saltimbalquismo que desprecia la esencia del ‘ramirismo’ y lo traduce en términos neo-nazis.
El sujeto de acción política para Ledesma no era “transversal”; estaba claramente definido en la clase obrera. Ramiro utiliza en todo momento un discurso de clase, se dirige constantemente al proletariado a quien llama a ocupar su destino como protagonista en la dirección de la res-pública.
Ramiro Ledesma se empeña constantemente en “nacionalizar” a la clase obrera y para ello no intenta detener una revolución que se auguraba inmediata en los años 30, sino alinearla hacia un patriotismo social.
Por ello, Ramiro muestra repetidamente su simpatía hacia la CNT, lamentándose del tutelaje que sobre los sindicatos impone la anarquista FAI y dirige sus esfuerzos a la vertebración de un movimiento sindicalista y revolucionario al mismo tiempo que patriótico, es decir, el nacionalsindicalismo.
Así Ramiro desdeña (no solo por la tosca emulación que suponía) el término “nacional-socialista”, porque ve en el socialismo una maquinaria interpuesta que impide a los trabajadores la conquista del estado y porque frente a eso, el sindicalismo se presenta como la opción genuinamente obrera para la emancipación social que, además, vincula directamente a la grandeza nacional.
En todo caso, el obrerismo de Ramiro es sincero y honesto, como lo es en el nacionalsindicalismo; no se trata de engañar a los trabajadores ni de asustar al capitalismo, se trata de desmontarlo, hacer una revolución profunda y auténtica y construir un nuevo estado, no marxista ni fascista, sino netamente obrero y, por supuesto, nacional.[i]
Dejemos que nos lo explique, para aclarar cualquier duda el propio Ramiro: “En las luchas contra el imperialismo económico extranjero, por la industrialización nacional, por la justicia en los campos, contra el parasitismo de los grandes rentistas, etc la posición que conviene a los trabajadores es la posición misma del interés nacional”[ii].
Es quizá en este sentido donde encontramos la verdadera diferencia entre Ramiro y José Antonio, este más personalista y aquél más colectivista, pero sin duda esta discrepancia no afectaba en absoluto a los objetivos que en común ambos se marcaron.
Ramiro Ledesma fue, ante todo un intelectual ampliamente interesado por la realidad sociopolítica internacional del momento y, en sus escritos encontramos una intensa necesidad de descubrir y describir todo aquello que cuestionase el modelo liberal/parlamentario del momento. Este interés por los fenómenos contemporáneos de su época, no justifica en absoluto su identidad como fascista, nazi o “nacional-bolchevique” como algunos (desde la izquierda a la derecha) han llegado a proponer.
Precisamente las fuentes ideológicas que nutren el discurso de Ledesma nada tienen de fascista. Desde Sorell y su sindicalismo revolucionario, pasando por Proudhon y, desde luego su afinidad con los treintistas de Ángel Pestaña descartan cualquier veleidad fascistizante. Eso sí, Ledesma filtra la concepción sindicalista más pura señalando la necesidad de una estructura estatal fuerte para consolidar las conquistas sociales.
La originalidad de Ramiro lo sitúa en todo caso como precursor de las corrientes autogestionarias de los años 70 si bien con un altísimo sentido de la hispanidad, sin duda extrapolable a otros ámbitos y realidades, y, desde luego constituye una base inédita sobre la que edificar un modelo social inédito hasta nuestras fechas y pleno de amplias posibilidades.
Ramiro Ledesma Ramos, incluso tras su alejamiento del partido y su desistimiento de refundarlo, actúa y escribe en clave nacionalsindicalista, es decir, en falangista que es cómo finalmente quedó denominado su pensamiento, y es su falangismo auténtico y revolucionario el que debe quedar nítidamente claro en este centenario.
“Nada más se nos ocurre. Los alambristas en los circos también descansan”[iii]
Jesús Paniagua
[i] En esto, Ramiro coincide, insólitamente con V.I Lenin quien en su ‘Proyecto y Explicación del Partido Socialdemócrata’ (San Petersburgo 1895) afirma: “La tarea del partido consiste, no en inventar procedimientos novedosos para ayudar a los obreros, sino en adherir a su movimiento y llevarle ideas esclarecedoras, en ayudar a los obreros en la lucha que han iniciado. El partido debe defender los intereses de los obreros, representar los de todo el movimiento obrero”. Sin duda la simpatía hacia la estructura de los soviets manifestada por Ledesma en reiteradas ocasiones viene de estos posicionamientos estratégicos respecto a lo que pretendía para el movimiento nacionalsindicalista.
[ii] “Discurso a las Juventudes de España”
[iii] “La Patria Libre” marzo de 1935.
lunes, 25 de mayo de 2009
Ramiro Ledesma: un falangista auténtico
Fuente
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario